13, Rue Jean Mermoz, 74940 Annecy
Ubicado en las alturas de Annecy-le-Vieux, en un barrio tranquilo lleno de encanto, Le Clos des Sens te invita a vivir una experiencia única, donde cada momento se convierte en un ritual delicado. Esta antigua escuela construida en 1866, hoy reinventada como una casa de hospitalidad contemporánea, conserva las sutiles huellas de su historia mientras afirma una personalidad profundamente arraigada en su época.
Desde la entrada, la sobriedad refinada del edificio seduce con su equilibrio entre rusticidad y elegancia. El techo, cubierto de tejas escamas y zinc envejecido, dialoga con la campana de la antigua escuela, mientras que la puerta maciza de madera tallada revela una casa de líneas puras, decididamente orientada a lo esencial. El mármol cristalino de las piedras azules de Saboya, omnipresente en los arreglos, crea una continuidad sensorial entre los espacios.
La atmósfera se despliega suavemente a medida que se descubren las once habitaciones y suites, todas diferentes, concebidas como capullos donde los materiales naturales expresan su belleza en bruto. La madera reina soberana: vigas vistas, suelos cálidos, carpintería hecha a medida... Cada detalle parece contar una historia, sublimada por una decoración contemporánea llena de moderación. Algunas habitaciones se abren a un balcón o terraza, con vistas al lago o a las montañas, y todas ofrecen un confort delicado, donde la chimenea, la bañera de hidromasaje o los muebles fabricados localmente contribuyen a una forma de bienestar íntimo.
Los espacios comunes prolongan esta armonía entre diseño y simplicidad. El salón de líneas sobrias, la sala de desayunos donde las esculturas vegetales se mezclan con la luz natural, o la terraza bajo los grandes castaños componen una sinfonía de espacios para disfrutar. Aquí podrás saborear un momento de calma, un té, un libro o simplemente el silencio de un jardín.
El jardín, en efecto, es un universo aparte. No se visita: se atraviesa, se escucha, se respira. En casi 1500 m², más de doscientas variedades de hierbas aromáticas, flores comestibles y hortalizas componen un cuadro vivo en constante evolución. El huerto en permacultura, el sendero de las plantas melíferas bordeado de lilas y groselleros, las hamacas colgantes a la sombra de las acacias: todo invita a ralentizar, a observar, a reconectarse con la naturaleza.
En el corazón de este paisaje, una piscina de 21 metros, climatizada desde la primavera hasta el otoño, prolonga la sensación de desconexión. No lejos, un baño nórdico se descubre entre las hierbas salvajes. Lejos de los códigos clásicos del bienestar, estos espacios exteriores ofrecen una forma de relajación instintiva, en conexión directa con el entorno.
La experiencia toma una dimensión particular cuando se combina con la mesa. Tres estrellas en la Guía Michelin, una estrella verde, tres macarons Ecotable: el restaurante de Le Clos des Sens no se contenta con aparecer en las guías. Encarna una filosofía culinaria única, liderada por el chef Franck Derouet y su socio Thomas Lorival. Juntos, persiguen una obra comprometida, respetuosa con lo vivo y las estaciones.
Aquí, todo proviene del territorio. Los peces vienen de los lagos vecinos, las plantas del jardín o de productores ubicados a menos de cien kilómetros. Las técnicas de cocción exploran el fuego, la lentitud, la simplicidad dominada. Cada plato se lee como un poema vegetal, donde el salvelino se encuentra con la hoja de shiso, donde los hongos saboyanos alcanzan nuevas alturas en una construcción esculpida.
La sala del restaurante, revestida de maderas en bruto y texturas naturales, prolonga este diálogo entre tierra y elegancia. Las luces tenues revelan las formas, la chimenea central impone una presencia suave, y el mostrador de piedra azul, que conecta la sala con la cocina abierta, encarna la transparencia del enfoque. En los días soleados, la comida se toma en la terraza, frente al lago, bajo el dosel aterciopelado de las hojas.
Los desayunos también participan de este enfoque sincero. Presentados como un menú degustación, destacan los productos locales con inventiva: salmón blanco ahumado, bizcocho de Saboya, croque de Beaufort o crema de caramelo doble crema componen un despertar gourmet, servido en un ambiente relajante.
A través de cada espacio, cada servicio, cada gesto, el hotel manifiesta una forma de humildad refinada. Nada es ostentoso, todo está pensado para ofrecer un marco de libertad, donde cada uno puede crear su propio ritmo, su propio paréntesis.
Los huéspedes en busca de intimidad encuentran aquí un lugar confidencial, preservado, propicio para el reencuentro consigo mismos o con el otro. Las familias también encuentran configuraciones adaptadas, sin perder nunca la tranquilidad del lugar. Los apasionados de la gastronomía o la arquitectura, por su parte, se sumergen en un universo coherente, denso, lleno de historia y exigencia contemporánea.
Desde Le Clos des Sens, los paseos en Annecy ofrecen perspectivas variadas. Puedes deambular por las callejuelas adoquinadas del casco antiguo, admirar los canales floridos y descubrir las casas con arcadas. El lago, con sus aguas cristalinas, te invita a un paseo en barco, un baño veraniego o una escapada en paddle. Un poco más lejos, las orillas del lago Bourget o del lago Lemán se abren a la exploración.
Los amantes del arte pueden visitar el castillo de Annecy, las exposiciones del Palais de l'Île o las galerías locales. Los entusiastas de la naturaleza preferirán explorar los senderos del Semnoz o del parque natural regional de Bauges, accesible en menos de una hora, para una caminata entre miradores y pastos alpinos.
Los placeres tampoco faltan en el ámbito gastronómico. Varios restaurantes con estrellas o bistronómicos en los alrededores merecen una parada, al igual que las bodegas de Alta Saboya donde puedes probar los vinos del terruño. Si te gustan las experiencias únicas, considera reservar una visita privada a un artesano quesero o una degustación comentada en barco al atardecer.
Más allá de la dirección, Le Clos des Sens es una invitación a vivir. A saborear el tiempo. A devolver un sentido, precisamente, a lo esencial. Vienes por una noche, te marchas con una huella sensible.
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